miércoles, 11 de marzo de 2009

El hombre que me iba a hacer millonario

Mira Manuel, algún día este hombre te hará millonario

Creo que entonces yo debía tener unos 6 o 7 años y no entendía muy bien qué me quería decir mi padre con aquella profecía tan extraña. Y yo miraba la silueta negruzca de aquel hombre que deambulaba por la calle de taberna en taberna con una ristra de billetes de lotería colgados al cuello.

Francamente, a esa tierna edad a uno le cuesta entender que aquel desarrapado podía andar repartiendo la fortuna entre los desconocidos. La pregunta era obligada: ¿por qué vendía los décimos premiados? Si se los quedara él se haría muchirico ¡será tonto!

Evidentemente, mi padre no era amigo de solemnidades ni carantoñas ni ostias que se le parezca. Quiero decir que, exceptuando cuando se enfadaba, nunca creí que mi padre hablara en serio al decir que me haría millonario jugando a la lotería con aquel señor oscuro con la cara colorada.
Y mientras el señor se descolgaba de la ristra unos cuántos billetes de lotería para entregárselos entre broma y risa de compinche, yo miraba alucinado a sus 3 solitarios dientes negros carcomidos por la nicotina y el betún, y no podía entender que aquel zarrapastroso desdentado le estuviese entregando una millonada en billetes de lotería a mi padre a cambio de unos míseros miles de pesetas.

Durante años estuve viendo al hombre que traía la fortuna arrastrando su miseria de tasca en tasca vaciando las bodegas en cuncas de ribeiro a la vez que repartía la suerte entre los embriagados mortales (¡si la diosa Fortuna levantara la cabeza y viera la guisa del nuevo heraldo de la prosperidad!)

Dejé de verlo desde que fui a la Universidad, ¿o fue antes? ¡Dejé de verlo! Es más, ¡dejé de pensar en él!


Y pasaron muchos años. Viajé por el ancho mundo y durante algunos años recalé en Kenia matando elefantes y fieras acompañado de jueces y fiscales. Quiero decir que pasó mucho tiempo y que me olvidé por completo del hombre de la fortuna.

Hasta ayer

Sí, ayer le compré un billete a este maldito abuelo para la lotería del sábado, pero luego pensé:
- ¡qué coño!, si la profecía dijo que iba a hacerme millonario, con un billete de mierda no me llega ni para tomar por culo

Así que le compré un billete entero ¡Retemos a la diosa del cuerno de la abundancia! ¡Pongamos a prueba la profecía paterna! Siempre nos quedará el consuelo de que el dinero irá a las arcas públicas y acabe ¿Quién lo sabe? En el cajón de gastos reservados de algún alto cargo de la nación
¡Loor y riquezas para nuestros altos dignatarios que tan sabiamente nos dirigen y representan!

El domingo diré el resultado.

Ah!, me falta decir el nº, el nº es el

1 comentario:

Gilgado dijo...

Suerte Maestro!!!!

Dende Fisterra para todo-lo mundo

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