Voy a contar mi historia. La historia de un vencido, “vae victis” reían los romanos, ¡vae, vae, vae…victis! Y es que ¡Ay de los vencidos!
Lo sé, lo gritan todos los manuales de autoayuda: un vencido es un cobarde que ha huido, y que ahora será más cobarde porque ya saboreó la derrota y será más proclive a huir, y así
indefinidamente… …durante el resto de su amarga existencia…He sido derrotado. Soy cobarde porque fui derrotado, sin disculpas, por un enemigo igual o inferior a mi, pero la victoria o la derrota es a veces cuestión de motivación ¡y yo no la tenía!
Desmotivado, no hay peor enemigo sentado a la mesa de mi casa. La desmotivación es brujería, susperchería, ciencia ficción si cabe. ¿Motivación? ¿Qué nos motiva cuando no hay sexo ni dinero por medio? ¿Los cobardes disfrutan del sexo con alguien? ¿Los derrotados tienen dinero? ¡Entonces no me preguntes por qué coño estoy desmotivado! ¡Lo estoy!
El fracaso es para los ricos,
la decepción para los atrevidos,
la humillación sólo la sufren los orgullosos.
No soy rico ni atrevido ni orgulloso,
solo soy un tonto.
Sí, sí, un puto tonto de mierda, ¡cómo suena!
No, no, no soy el famoso tonto del pueblo, ni el portavoz de ningún gobierno, ni el tonto enamorado, ni el tonto de los palotes, ni el tonto de remate, ni el del culo, ni el de capirote, ni el de los cojones, ni el tonto de la campana que no suena… No.
Solo soy tonto. Tonto. Ton-to (ahora, de pronto, por primera vez, observo la palabra simple que me define con curiosidad, ¡nunca antes me había detenido a examinarla con detalle! Sí soy tonto) Debe ser una palabra de origen gabacho, ¡seguro!
Soy un genio, le leo este párrafo a mi perro mientras duerme,
y como no despierta me imagino que soy un poeta.
Esta última frase me hace dudar,¿soy tonto o soy imbécil? No sé por cuál de las dos acepciones definirme, lo miraré en el diccionario, mientras tanto la Bolsa dicta cruel sentencia: La Seda a 1,98 ¡qué tonto he sido!
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